jueves, 6 de agosto de 2020
Y JUAN CARLOS SE FUE DE ESPAÑA
Tal como se venía
rumoreando, Juan Carlos I, el Rey Emérito, se fue de España ante el acoso
político y mediático que venía sufriendo por seguir viviendo en La Zarzuela
tras conocerse su presunta conducta personal impropia con sus supuestos
negocios oscuros y tejemanejes con su ex amiga Corinna. Estaba cantado que
saldría de La Zarzuela; y de España, era más que probable. Así lo querían los
partidos republicanos, no constitucionalistas, aunque, de momento, ni se le
impute la comisión de delito alguno y ni siquiera se le haya citado para
declarar como testigo en los asuntos judiciales que sí están investigando a su
ex amiga; y así lo permitía Sánchez, necesitado de dichos partidos para seguir
gobernando, al calificar como “inquietantes” y “perturbadoras” las
informaciones sobre Juan Carlos, que ya había dejado toda actividad pública, en
vez de apelar como Presidente del Gobierno a la presunción de inocencia como
procede en estos casos. Por su parte al actual Rey, Felipe VI, que ya había
retirado la asignación pública a su padre y había renunciado a su herencia, no
le queda más remedio que pactar una salida lo más digna posible para la Corona,
que, en definitiva, es la pieza a abatir por parte de aquellos partidos que,
por activa y pasiva, apuestan por finiquitar, como sea, el régimen democrático
surgido de la Transición, con la Monarquía Constitucional como forma de
Jefatura de Estado, a pesar de que con dicho modelo democrático se ha logrado el
más largo periodo y de mayor progreso, paz y libertad de toda la Historia de
España. Dice Juan Carlos por carta pública a Felipe VI que deja España para no
dañar el reinado de su hijo, convencido de que es el mejor servicio a los
españoles y “a ti como Rey”, y añade que toma la decisión “con el mismo afán de
servicio que inspiró mi reinado y ante la repercusión pública que están
generando ciertos acontecimientos pasados de mi vida privada”; Felipe, por su
parte, “agradece la decisión” de su padre y destaca su legado histórico,
mientras el abogado de Juan Carlos aclara que permanecerá a entera disposición
de los fiscales. Es el triste final de una figura histórica de primera magnitud
a nivel nacional e internacional, que apostó por una insólita transición
pacífica en España de la dictadura a la democracia, a favor claramente de un
régimen de libertades, homologable con los vigentes en Europa y en Occidente,
enfrentándose a quienes por la fuerza pretendieron derribarlo y desarrollando
una ingente labor diplomática en otros países siempre por el bien de España y
para que nuestro país recuperara el papel que le corresponde en el mundo,
incorporándose a los principales foros internacionales según su peso social,
económico e histórico que se ha ido ganando a lo largo de los siglos. Son todas
las luces de una Jefatura de Estado, de un reinado, probablemente el mejor entre
sus predecesores, que no puede ni debe ser empañado, como algunos pretenden,
por las tristes sombras a nivel personal, que no político, de su titular, ya
retirado, y que, en todo caso, no debiera afectar a la Monarquía Constitucional
como la forma de Jefatura de Estado, especialmente cuando en nuestro país se
tiene la amarga experiencia de dos Repúblicas convulsas para sustituir como
forma de Estado a la Monarquía (aquella otra Monarquía, que no ésta), que
acabaron ambas como el rosario de la aurora desbordadas por la violencia, el
cantonalismo, el frentismo de unos españoles contra otros, la intransigencia y,
en definitiva, la intentona de romper la unidad de España como Estado mediante
proclamas separatistas. En no pocas....... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista,
http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
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