domingo, 17 de noviembre de 2019

LA DEMOCRACIA ES INNEGOCIABLE

                        El primer objetivo de un demócrata, al margen de la ideología política democrática que tenga, es, y debe ser, tener bien claro que la democracia no es negociable, que no se negocia, que, simplemente, se ejerce con todas las consecuencias y que, muy especialmente, ha de ejercerse desde las instituciones democráticas establecidas que tienen el deber de garantizarla, pues para eso cuentan con los mecanismos legales y coercitivos necesarios, que, a tal efecto, el pueblo soberano ha puesto en sus manos. Por ello el principal deber de cualquier gobernante en democracia es y ha de ser el escrupuloso respeto y acatamiento al ordenamiento jurídico e institucional establecido y, obviamente, con arreglo a las competencias que cada uno tenga encomendadas, la aplicación estricta de la legalidad vigente en su ámbito de poder, que es consustancial con el Estado de Derecho. En caso contrario ya no está en juego, siendo muy importante, la formación de un gobierno de un determinado color político u otro, sino que lo que nos jugamos es la propia democracia y ante semejante peligro ni caben componendas coyunturales, ni legítimos intereses, ni equidistancias calculadas para conseguirlos; cuando un gobernante o su partido político, del ámbito territorial que sea, no ejerce la democracia y actúa contra ella desde el poder que la propia democracia le ha otorgado es pura traición y, por tanto, sólo cabe su aislamiento político y su inmediata puesta a disposición de los tribunales de justicia. En democracia caben todas las propuestas políticas, por descabelladas que sean y por el desprecio moral que merezcan, siempre que se formulen como objetivo lícito para hacerlas mayoritarias y que el pueblo soberano las haga suyas para, democráticamente, incluso poder cambiar la propia Constitución con los mecanismos establecidos, ¡faltaría más!, pero no cabe que quienes gobiernan las distintas instituciones del Estado, actuando al margen de sus competencias y contra el ordenamiento jurídico vigente, pretendan imponer su proyecto de forma totalitaria por atajos antidemocráticos. Así pues, es preocupante, aunque lícito y legítimo, propuestas radicales extremas de cualquier signo o color político, por muy indeseables que sean y por mucho rechazo que merezcan, pero es intolerable, ilícito e ilegítimo que pretendan imponerse contra el ordenamiento jurídico-institucional establecido, y es totalmente inadmisible, sin miramiento alguno, si se actúa en tal dirección desde la propia gobernanza de las instituciones del ámbito territorial que sea y al margen de las competencias que cada uno tenga encomendadas (nadie tiene la encomienda de dar un golpe de Estado o gobernar al margen de la ley), mereciendo entonces, además del reproche jurídico y legal, el repudio político desde todo el ámbito democrático sin paliativos que valgan. Por todo ello es peligroso e irresponsable que las legítimas aspiraciones de Pedro Sánchez de presidir ese pretendido gobierno, que llama “progresista” (a la vista está que no es lo que han decidido mayoritariamente los españoles y sí un gobierno claramente moderado y constitucionalista), se sustenten en alianzas y apoyos de partidos políticos que, apostando por un inexistente derecho de “autodeterminación” y por la unilateral secesión territorial, ya han celebrado un ilegal “referéndum” para imponerlo; que tienen a sus cúpulas condenadas, encarceladas e inhabilitadas por graves delitos contra el Estado y les consideran “presos políticos” cuando son políticos presos por los delitos cometidos, es decir, delincuentes; y que..... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/)

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