domingo, 10 de noviembre de 2019

DE LA EUFORIA A LA HISTERIA

                        Llega la hora de la verdad, la encuesta definitiva; los españoles decidimos hoy nuestro futuro inmediato en las urnas a causa de que, en su momento, un eufórico Pedro Sánchez (todos los sondeos vaticinaban su vertiginoso ascenso en caso de nuevas elecciones: una subida de entre 25 y 30 escaños) decidiera romper cualquier posibilidad de acuerdo gubernamental y diera por finiquitada una breve e inútil legislatura. En efecto, las encuestas decían que el PSOE era el indiscutible vencedor y además que mejoraría sustancialmente su precaria situación gubernamental para poder gobernar en solitario, como era el deseo de Sánchez; que UPodemos descendería y perdería peso a la hora de exigir con fuerza su pretendido gobierno de coalición, abortado definitivamente por Sánchez; y que en la derecha, aunque el PP crecía, Ciudadanos se desplomaba pero Vox subía, fragmentando así la opción como alternativa global. En definitiva, un idílico panorama electoral con clara dispersión del voto de derechas y concentración del voto de izquierdas en torno al PSOE, máxime si Errejón se decidía a dar el paso para debilitar aún más a UPodemos, lo que dejaría a los populistas sin argumento alguno para no regalar a Sánchez gratuitamente sus votos e investirle. Euforia de Sánchez más que justificada, si, además, a tan propicio panorama se añadía la ventaja de poder utilizar La Moncloa y el BOE en precampaña con fines electorales (la Junta Electoral hasta tuvo que advertirle de semejante práctica) y ejecutar la propuesta estrella de Sánchez, la exhumación de Franco, para exhibirla como un gran logro histórico personal. Sólo faltaba una campaña electoral breve, que pasara casi desapercibida, con un solo debate televisivo entre los candidatos, animar un poquito a Errejón y criticar lo justo a Abascal para que la inercia hiciera el resto y la euforia de Sánchez se constatara en las urnas. Si además la sentencia de los ERE se postergaba para después de las elecciones, nada había que temer. Todo perfecto. Pero las urnas las carga el diablo y, en plena violencia en las calles de Barcelona, los sondeos comienzan a dibujar un descenso del PSOE y un ascenso del PP y Vox mayor del esperado, al extremo de que los últimos llegan a acortar la distancia entre socialistas y populares de forma alarmante para las expectativas del Presidente, que va mutando su euforia por un cierto nerviosismo, que le lleva a la histeria, y, para colmo (o a consecuencia de ella), comete finalmente un grave error de consecuencias imprevisibles, al decir en el debate televisivo que, mientras al PP se le había escapado Puigdemont, él se encargaría de devolverlo a España, por lo que toda la oposición le advertía que, en todo caso, sería la Justicia y no el Ejecutivo quien haría semejante tarea, tal como procede en un Estado de Derecho si se respeta la imprescindible separación de poderes. Pero Sánchez, no conforme con semejante metedura de pata y desbordado por su manifiesta egolatría superlativa, al día siguiente persiste en su error al insinuar en una entrevista televisiva que al final la Fiscalía depende del Gobierno, provocando un lógico estupor en los fiscales por sugerir que “dependen” de él y una cierta preocupación ya que sus insensatas declaraciones pueden ser usadas incluso por Puigdemont para evitar el cumplimiento de la euroorden con el pretexto de que en España no hay separación de poderes y, por tanto, que la Justicia no es imparcial. No en vano, mientras lamentan...... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/).

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