Con impostada alegría el Gobierno de Sánchez y el Grupo Parlamentario Socialista celebraban en el Congreso de los Diputados la aprobación de la Ley de Amnistía impuesta por el secesionismo (y muy especialmente por Puigdemont, el más beneficiado cuando se aplique) por la pírrica ventaja de 178 votos a favor y 172 en contra, mientras que los variopintos socios de Sánchez (todo el secesionismo catalán, vasco y gallego, más todo el populismo del entramado de Sumar, incluido Podemos) exhibían su verdadera alegría y se felicitaban mutuamente por haber impuesto al patético y débil “gobierno Frankenstein dos” todas sus exigencias (incluso las que el propio Gobierno consideraba inconstitucionales a bombo y platillo hasta anteayer) a cambio de nada….bueno, sí, a cambio de los siete votos de Junts para seguir gobernando, pues los de los demás socios ya los habían comprado mucho más baratos. Una amnistía que, aunque algunos intentan equipararla, nada tiene que ver con la promulgada en 1977 que, con sus errores y aciertos, pretendía transitar sin violencia de un régimen dictatorial a un régimen democrático mediante un amplio consenso político-social y respondía a un verdadero clamor social y político, saliendo aprobada en el Congreso por 296 votos a favor, dos en contra, 18 abstenciones y un voto nulo (eso sí es mayoría incuestionable). Nada que ver pues con la actual amnistía sanchista aprobada con calzador en el Congreso, que transita hacia no se sabe dónde desde un régimen democrático, homologado con los que conforman la UE, donde los comportamientos delictivos se dirimen en los tribunales de justicia mediante procesamientos con todas las garantías procesales para los procesados; y, como ven, nada que ver con el resultado de la votación, que no obedece a clamor social o político alguno sino a satisfacer a quienes, a cambio de unos votos para apalancar al Ejecutivo, han cometido graves delitos contra el Estado de Derecho y, para colmo, sin compromiso alguno por parte de dichos delincuentes de no volver a repetir los mismos delitos. Así pues, por más que se pretenda disfrazar esta torticera amnistía, la realidad es que vamos cada vez peor en la consolidación democrática que se pretendía con la consensuada amnistía de 1977, pues ahora lo que se consigue es deteriorar gravemente el Estado de Derecho al desautorizar el Ejecutivo al Tribunal Supremo, blanqueando los delitos a cambio de nada (bueno, sí; de siete votos) y, por ende, dejando inmaculados a una serie de delincuentes que encima presumen de que esta amnistía “no es punto final de nada” sino el inicio de retomar su proyecto totalitario para imponer la autodeterminación de los pueblos de España por vía inconstitucional si el Estado chantajeado no se pliega a concederles este derecho como sea y, si fuera preciso, al margen de los cauces democráticos establecidos, como se hizo en el “procés”, hoy blanqueado por el Gobierno de España, o forzando previamente situaciones de dudosa legalidad (como ha sido el caso de esta amnistía) que no obedecen a ningún clamor general ni a ningún amplio consenso político-social para resolver un conflicto inexistente, sino que obedece a intereses personales espurios de unos pocos, como es el caso. Cabe decir de una vez por todas, claro y alto, que, de conflicto político, nada de nada, pues, a diferencia de lo que sostiene el secesionismo totalitario (especialmente el ultraderechista representado por Junts, con el prófugo a la cabeza) y que lamentablemente avala el Ejecutivo de Sánchez, en España no se persigue a nadie ni se impide que los secesionistas promuevan su proyecto separatista, lo que se persigue y debiera impedirse, como es lógico, es que pretendan imponerlo al margen de la ley y de la Constitución sin previa reforma de ésta que lo permitiera, lo que supondría unas mayorías amplias que hoy no se dan en España por más que uno de los partidos mayoritarios, en este caso el PSOE de Sánchez, juegue con esa ambigüedad, como hace con la amnistía recién aprobada, cuando lo que tiene que hacer, si es que así lo quiere, es asumir el objetivo de sus socios secesionistas como propia propuesta electoral socialista o, en caso contrario, decirle a dichos socios totalitarios que la fiesta se acabó, pues en asunto tan crucial no caben medias tintas ni ambigüedades, nos jugamos nuestra democracia.
Cada vez peor pues con una amnistía que da el pistoletazo de salida a una precampaña electoral catalana tras decidir el president Aragonés un adelanto electoral al 12 de mayo, porque los socios de Sánchez no le han aprobado los presupuestos en el Parlament, generando más alboroto político si cabe, ya que, al parecer, la verdadera razón del adelanto electoral es..... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
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