De nuevo Sánchez en precampaña electoral lanza el Valle de los Caídos, hoy Cuelgamuros, contra el PP y Vox con la pretensión electoralista de movilizar a la izquierda y para ello visita sus instalaciones por sorpresa, acompañado, eso sí, de su equipo de imagen de Moncloa pero en ausencia de otros medios y lo hace bajo el pretexto de conocer “in situ” las tareas de recuperación de 160 víctimas reclamadas por sus familiares, exhibiéndose con los equipos forenses y anunciando a bombo y platillo que llevará ante la ONU, el Parlamento Europeo y el Consejo de Europa las llamadas “Leyes de Concordia” que los populares y los de Abascal promueven en algunas de las CCAA que gobiernan, presuntamente para contraponerlas a la Ley de Memoria Democrática, también conocida como “la ley Bildu” por el apoyo de los abertzales a la misma. Tras conocerse la inesperada visita de Sánchez a Cuelgamuros, de obvio carácter electoralista, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha elevado una queja al Gobierno pues los familiares de las víctimas no pueden hacerlo….y, curiosamente, la respuesta inmediata ha sido que en el futuro sí se les permitirán acudir a los trabajos, mientras los contrarios a las exhumaciones, que también los hay, dicen que la visita de Sánchez y sus fotos con el equipo forense y con los huesos de los asesinados es “un espectáculo canalla”. La triste realidad es que una cosa es garantizar el derecho de esclarecer la verdad, toda la verdad, de aquellos atroces asesinatos, a lo que nada hay que objetar, y otra bien distinta es la utilización sesgada de aquellos atroces hechos, ya históricos, como arma electoral arrojadiza después de tanto tiempo, como pretende de un lado la izquierda más radical (a la que se suma incomprensiblemente el socialismo sanchista) y la ultraderecha (a la que no se opone la derecha moderada del PP), alimentando con ello el ambiente de radicalización entre los españoles, como sucediera en aquellos tiempos de nuestros padres y abuelos, que desencadenaron la guerra entre hermanos y después el sometimiento violento de los vencedores sobre los vencidos, como desgraciadamente sucede en todas la malditas guerras. Y todo ello con un sesgo histórico inadmisible que, como en otros casos, pretende ver los hechos históricos no de forma objetiva sino en clave ideológica, mientras, precisamente por ello, los historiadores proponen que se “diferencie claramente entre Historia como disciplina científica, que busca el conocimiento objetivo y general del pasado y que está dotada de los instrumentos adecuados y específicos para dicho fin, y Memoria, que es una apreciación o evocación inherentemente subjetiva, parcial y cambiante”. Es obvio que la interpretación sesgada de los hechos históricos, minimizando o maximizando algunos según convenga u omitiendo las causas que los provocaron y las consecuencias que tuvieron, no es el mejor camino para esclarecer la verdad y repararla. Por desgracia, algo de esto sucede con la Ley de Memoria Democrática que, por un lado, apela al loable deber de la sociedad de “memoria con las personas que fueron perseguidas, encarceladas, torturadas e incluso perdieron sus bienes y hasta su propia vida en defensa de la democracia y la libertad”, pero, por otro lado, acota en el tiempo cualquier referencia a las causas que coadyuvaron a la pérdida de dicha libertad (como, entre otras, el fracasado golpe de Estado de octubre de 1934, tras haber perdido la izquierda en los comicios de forma estrepitosa) provocando que desde entonces fuera inviable el frágil proyecto constitucionalista republicano de 1931, que con gobiernos a la deriva, asesinatos, tumultos y desorden por doquier, fue sobreviviendo hasta el trágico golpe de los militares en 1936 iniciándose con ello la trágica Guerra Civil (1936-39) en medio de un ambiente internacional dramático en el que se dilucidaba la hegemonía entre dos modelos autoritarios: el comunismo y el fascismo.
Por tanto el sesgo de la Ley de Memoria Democrática, abarcando sólo el Golpe de Estado de 1936, la Guerra Civil y la Dictadura franquista, deja en la desmemoria histórica otros aspectos violentos repudiables, incluso aquellos que se dieron ya en plena Democracia, como, entre otros, los asesinatos de ETA, cuyos herederos, que apoyan esta Ley, son blanqueados ahora por el sanchismo y sus aliados, cuando lo que buscaban era abortar el consenso político entre los españoles de 1978 precisamente para finiquitar de una vez por todas las atrocidades cometidas por nuestros antepasados hace ya casi un siglo. Así pues, esclarecimiento y reparación de daños todos los que sean, pero no utilización de...... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/).
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